Continuando con las transcripciones y traducciones parciales de los programas dedicados al tema del arte contemporáneo en France Culture, cuelgo en esta entrada la primera parte de la segunda charla, la cual giró alrededor del tema de lo "bello".
En esta entrevista participaron (además de Raphaël Enthoven, filósofo y locutor del programa) Alain Fleischer, artista, teórico y director del Fresnoy, studio national des arts contemporains (espacio en el cual, dicho sea de paso, tendrá lugar una retrospectiva de la obra de Michael Snow el mes que viene) y Patrice Maniglier, profesor de filosofía de la universidad de Essex.
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Raphaël Enthoven: Primero, ¿qué piensa el arte contemporáneo?, y más allá de ello, asumiendo el carácter irrisorio de dicha pregunta, ¿qué piensa un arte que piensa? ¿En dónde tiene la cabeza un arte que hace pensar más que sentir?
Patrice Maniglier: No veo por qué la pregunta sería irrisoria... podría verse como una negligencia del arte que iría a la par con la orientación conceptual o intelectual... pero hay que decir que el arte siempre ha pensado. No existe un momento a partir del cual empezó a interesarse por la cuestión espiritual, por ejemplo, siempre tuvo relaciones con la religión, con la filosofía, consigo mismo. Quizás la novedad sea que cierto numero de pensadores profesionales, como yo por ejemplo, personas que son pagadas específicamente para realizar esta actividad (que en general es una actividad universal la cual consiste en pensar) miran el arte para realizar mejor su trabajo. Esa puede ser la novedad: no pensar el arte como objeto, sino pensar con el arte como tema de pensamiento.
Raphaël Enthoven: Pero hay que distinguir una cosa, en un orden de prioridades porque, que un filósofo o un escritor se asomen a ver el arte contemporáneo o cualquier forma de arte, para alimentar su propia estrategia, sus propias reflexiones, es normal, y en ese sentido se puede decir que el arte siempre ha pensado o que el arte siempre ha sido pensado. Pero que el arte se dé como grial, como objetivo, como razón de ser, el concepto y ya no la sensación, la inteligencia y ya no la belleza, ¿no es acaso eso una revolución o una evolución, que algunos no dudan en juzgar, desde el punto de vista estético, como una involución?
Patrice Maniglier: ... sí, como una regresión o como una decadencia... Pero si es una evolución, es entonces una vieja evolución porque data por lo menos de principios del siglo XX, y en particular de Duchamp, quien cansado de la expresión "tan tonto como un pintor" quiso ser justamente más inteligente y demostrar hasta qué punto uno podía ser inteligente en el arte. Y también, obviamente, el gran momento de los años 60, es decir el momento del arte conceptual, el cual nunca he considerado como un género artístico particular sino más bien una revolución de la problemática del arte, de su manera de plantearse preguntas. Es decir que en el fondo las personas van hacia el arte para "llenarse las pupilas" o "llenarse las orejas" y existen muchas maneras de "llenarse las pupilas" y "llenarse las orejas": escuchar música, ir a un concierto, pasearse, etc. . . pero de la misma manera uno puede querer "llenarse las neuronas" y aproximarse a la actividad de pensar como un goce. Y así hay una dimensión de belleza en el pensamiento mismo que las artes pueden subrayar y resaltar.
Raphaël Enthoven: Alain Fleischer, ¿un arte inteligente lo molesta o le encanta o le gusta?
Alain Felischer: Me encantaría si de verdad creyera en él. Debo admitir que no estoy del todo seguro que en la época actual el arte piense de verdad. Hubo sin duda períodos en los cuales el arte pensaba. Pensaba su campo teórico, pensaba grandes cuestionamientos estéticos, pensaba la indexación de todo objeto como obra de arte. Duchamp, el pop art, etc, lograron anexar al ámbito de lo bello, o de la obra de arte, lo que antes no era arte. Entonces el movimiento del arte de hoy, de alguna forma prolonga ese movimiento. Es decir que la actividad de pensar del artista es: "¿De qué voy a poder apropiarme? ¿Qué voy a poder anexar? ¿Que voy a poder conquistar?". Creo que el movimiento natural de los artistas de hoy es un movimiento de conquista, anexionista de lo que no era considerado arte, o de lo que no era considerado bello, con el objetivo de calificarlo de obra de arte y de bello. ¿Pero hay verdaderamente pensamiento detrás de todo eso? ¿Hay acaso una interrogación de un problema teórico, estético, sociológico o de otro tipo? No estoy tan seguro.
Raphaël Enthoven: ¿Podríamos encontrar la clave de lo que usted dice, o una de sus mejores expresiones, en Arthur Danto, el filósofo analítico contemporáneo, quien, en su famoso libro El mundo del arte, al hablar de las cajas Brillo, nos dice: "Lo que finalmente distingue las cajas de Brillo de una obra de arte que consiste en una caja de Brillo es cierta teoría del arte. Es la teoría la que hace que entre en el mundo del arte y le impide reducirse a no ser más que el objeto real que es" . . .
Alain Felischer: No estoy seguro de que haya mucha teoría en todo eso, sino sobre todo un gesto en el mercado. Todo objeto es efectivamente indexable como obra de arte, eso se puede ver en Versailles, se puede ver en los museos. Cualquier objeto frente a una pared blanca del museo se convierte en obra de arte. No estoy seguro que exista en ello un pensamiento, a menos que sea un pensamiento muy general: todo puede convertirse en arte. Eso es muy fácil de decir: todo puede convertirse en arte, cualquier gesto, cualquier objeto, la cajas de Brillo, los empaques, la publicidad, a partir del momento en el que un artista se apropia de ellos y los exhibe en una galería y en un museo, se vuelve una obra de arte, lo miramos de otra manera, es decir que alcanzamos a ver algo bello en lo que antes no pertenecía al ámbito de lo bello.
Raphaël Enthoven: ¿La palabra "especulación" no se encontraría entonces en el centro del problema? Usando la palabra en sus dos sentidos. . . Un arte que especula es un arte que se vuelve objeto de especulación. . . ¿En qué sentido una pintura monocromática, que es un puro objeto de especulación en el sentido puro y noble de la palabra, cuyo gesto es en sí mismo un gesto intelectual...? ¿No hay acaso una relación entre el hecho de que se trate de un objeto de especulación en este sentido y que luego se convierta en un objeto de especulación mercantil, financiera, mundializada?
Patrice Maniglier: No. Creo que no existe ninguna relación entre lo uno y lo otro. Por ejemplo no creo que las obras de arte que cuestan más son necesariamente las más "ligeras", como por ejemplo las obras conceptuales que no creo que sean las de mayor precio en el mercado.
Raphaël Enthoven: ¿Qué significa entonces que una pintura monocromática cueste un millón de euros?
Patrice Maniglier: singifica que esa obra ha sido singularizada, porque el valor funciona igual con respecto a todo: un gran número de compradores se vuelven hacia un mismo producto y la demanda hace que estalle el valor del objeto. ¿Y por qué tiene ese valor? Simplemente porque ha marcado la historia y se vuelve entonces algo así como un ícono de un momento particular, o podríamos decir que un fetiche. Y fetiches existen por todas partes, no solo en el arte. Podría también ser el gorro de John Lenon, tal es la lógica del mercado. A partir del momento en el que el arte se encuentra en el mercado... Pero también, se puede hacer con la especulación, en el sentido financiero, cosas al interior del arte que no se pueden hacer usando la especulación en otros ámbitos. Por ejemplo se puede intervenir artísticamente los mercados, los productos, como se puede hacer en todos los demás ámbitos: internet, la política, las empresas. Hacer arte en todos los ámbitos y así el arte va a transformarlos, porque funciona de una forma bastante libre.... es decir que pone en marcha funcionamientos que deja desarrollarse independientemente, ensaya, experimenta, arranca los funcionamientos de sus fines habituales. Por ejemplo una cafetera en vez de sólo hacer café va a hacer también otra cosa, no sólo estará orientada hacia la producción de café, y de esa forma nos hará ver algo de los funciomientos, que no estamos acostumbrados a ver... Me parece que eso ya es algo: des-finalizar la experiencia humana porque una de las grandes miserias de la vida humana es sin duda el hecho de que está permanentemente orientada en función de la obtención de resultados externos. ¿Por qué no habríamos en cambio de gozar de los funcionamientos?