El siguiente texto ha sido traducido a partir de una sección de Circles of Confusion disponible en línea.
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Apaguen las luces por favor
Si vamos a hablar de cine, hagámoslo en la oscuridad.
Todos hemos estado aquí en el pasado. Cuando llegamos a los dieciocho años de edad, dicen las estadísticas, hemos estado aquí quinientas veces.
No en esta misma sala, sino en esta oscuridad genérica, el único lugar que aun queda en nuestra cultura, completamente dedicado al ejercicio concentrado de uno, o máximo dos, de nuestros sentidos.
Digamos que estamos sentados cómodamente. Podemos quitarnos los zapatos si es que eso nos ayuda a quitarnos nuestros cuerpos. Si eso no funciona, la administración nos permite pequeñas distracciones orales. La tienda de distracciones orales se encuentra en la entrada.
Nos encontramos entonces en un espacio nulo, y hemos traído cierto hábito de nuestros afectos. Hemos venido a hacer un trabajo que disfrutamos. Hemos venido a ver esto.
(Se enciende el proyector)
Tantos watts de energía, distribuidos sobre algunos metros cuadrados [NT: el autor escribe “square yards”] de pantalla blanca sin nada en particular, en la forma de un rectángulo cuidadosamente estandarizado, tres unidades de alto por cuatro de ancho.
La performance es impecable. El performer es una máquina de precisión. Se ubica detrás de nosotros, generalmente fuera de nuestra visión. Su rango de acion puede ser limitado, pero al interior de ese rango es, como un animal, infalible.
Lee, para decirlo de alguna manera, de un pentagrama que es al mismo tiempo la anotación y la substancia de la obra.
Puede, y de hecho lo hace, repetir la performance infinitamente, con extrema exactitud.
Nuestro rectángulo de luz blanca es eterno. Sólo nosotros vamos y venimos; nosotros decimos: Por aquí entré. El rectángulo estaba ahí antes que nosotros y seguirá ahí después que nos hayamos ido.
Así que parece que una película es, en primer lugar, un espacio cerrado, en el cual ustedes y yo, nosotros, una gran cantidad de personas, miramos fijamente.
Es sólo un rectángulo de luz blanca. Pero es todas las películas. Nunca podemos ver más con nuestro rectángulo, sólo podemos ver menos.
(Un filtro rojo es colocado ante el lente [del proyector] y aparece la palabra “rojo”)
¿Si viéramos una película que es roja, si se tratara sólo de una película de color rojo, no estaríamos acaso viendo más?
No.
Una película roja le restaría el verde y el azul a la luz blanca de nuestro rectángulo.
Así que si no nos gusta esta película en particular, no deberíamos decir: acá falta algo, quiero ver más. Deberíamos decir: Acá hay demasiado, quiero ver menos.
(Se retira el filtro rojo)
Nuestro rectángulo blanco no es “nada”. Es más, finalmente, es todo lo que tenemos. Ese es uno de los límites del arte del cine.
Así que si queremos ver lo que llamamos más, y que en realidad es menos, debemos encontrar la manera de restar, de substraer, una cosa y otra, más o menos, de nuestro rectángulo blanco.
El rectángulo es generado por nuestro performer, el proyector, así que cualquier cosa que se nos ocurra debe caber en él.
De esta forma, el arte de hacer películas consiste en pensar cosas para meterlas en el proyector.
La cosa más simple que se nos puede ocurrir, aunque no sea necesariamente la más fácil, es no meter nada, lo cual cabe muy bien en la máquina.
Así es la película que estamos mirando ahora. Fue pensada hace varios años por el compositor japonés Takehisa Kosugi.
Este tipo de películas ofrecen ciertas ventajas económicas al cineasta.
Pero aparte de eso, debemos estar de acuerdo que esto, desde el punto de vista estético, es incomparablemente superior a una gran proporción de películas que han sido realizadas.
Pero hemos decidido que queremos ver menos.
Muy bien.
(Una mano tapa toda la luz de la pantalla).
Podemos mantener la mano ante el lente. Esto calienta la mano mientras deliberamos acerca de qué tanto menos queremos ver. […]
- Hollis Frampton. “A lecture”. Circles of Confusion. Visual Studies Workshop Press, 1983.
Apaguen las luces por favor
Si vamos a hablar de cine, hagámoslo en la oscuridad.
Todos hemos estado aquí en el pasado. Cuando llegamos a los dieciocho años de edad, dicen las estadísticas, hemos estado aquí quinientas veces.
No en esta misma sala, sino en esta oscuridad genérica, el único lugar que aun queda en nuestra cultura, completamente dedicado al ejercicio concentrado de uno, o máximo dos, de nuestros sentidos.
Digamos que estamos sentados cómodamente. Podemos quitarnos los zapatos si es que eso nos ayuda a quitarnos nuestros cuerpos. Si eso no funciona, la administración nos permite pequeñas distracciones orales. La tienda de distracciones orales se encuentra en la entrada.
Nos encontramos entonces en un espacio nulo, y hemos traído cierto hábito de nuestros afectos. Hemos venido a hacer un trabajo que disfrutamos. Hemos venido a ver esto.
(Se enciende el proyector)
Tantos watts de energía, distribuidos sobre algunos metros cuadrados [NT: el autor escribe “square yards”] de pantalla blanca sin nada en particular, en la forma de un rectángulo cuidadosamente estandarizado, tres unidades de alto por cuatro de ancho.
La performance es impecable. El performer es una máquina de precisión. Se ubica detrás de nosotros, generalmente fuera de nuestra visión. Su rango de acion puede ser limitado, pero al interior de ese rango es, como un animal, infalible.
Lee, para decirlo de alguna manera, de un pentagrama que es al mismo tiempo la anotación y la substancia de la obra.
Puede, y de hecho lo hace, repetir la performance infinitamente, con extrema exactitud.
Nuestro rectángulo de luz blanca es eterno. Sólo nosotros vamos y venimos; nosotros decimos: Por aquí entré. El rectángulo estaba ahí antes que nosotros y seguirá ahí después que nos hayamos ido.
Así que parece que una película es, en primer lugar, un espacio cerrado, en el cual ustedes y yo, nosotros, una gran cantidad de personas, miramos fijamente.
Es sólo un rectángulo de luz blanca. Pero es todas las películas. Nunca podemos ver más con nuestro rectángulo, sólo podemos ver menos.
(Un filtro rojo es colocado ante el lente [del proyector] y aparece la palabra “rojo”)
¿Si viéramos una película que es roja, si se tratara sólo de una película de color rojo, no estaríamos acaso viendo más?
No.
Una película roja le restaría el verde y el azul a la luz blanca de nuestro rectángulo.
Así que si no nos gusta esta película en particular, no deberíamos decir: acá falta algo, quiero ver más. Deberíamos decir: Acá hay demasiado, quiero ver menos.
(Se retira el filtro rojo)
Nuestro rectángulo blanco no es “nada”. Es más, finalmente, es todo lo que tenemos. Ese es uno de los límites del arte del cine.
Así que si queremos ver lo que llamamos más, y que en realidad es menos, debemos encontrar la manera de restar, de substraer, una cosa y otra, más o menos, de nuestro rectángulo blanco.
El rectángulo es generado por nuestro performer, el proyector, así que cualquier cosa que se nos ocurra debe caber en él.
De esta forma, el arte de hacer películas consiste en pensar cosas para meterlas en el proyector.
La cosa más simple que se nos puede ocurrir, aunque no sea necesariamente la más fácil, es no meter nada, lo cual cabe muy bien en la máquina.
Así es la película que estamos mirando ahora. Fue pensada hace varios años por el compositor japonés Takehisa Kosugi.
Este tipo de películas ofrecen ciertas ventajas económicas al cineasta.
Pero aparte de eso, debemos estar de acuerdo que esto, desde el punto de vista estético, es incomparablemente superior a una gran proporción de películas que han sido realizadas.
Pero hemos decidido que queremos ver menos.
Muy bien.
(Una mano tapa toda la luz de la pantalla).
Podemos mantener la mano ante el lente. Esto calienta la mano mientras deliberamos acerca de qué tanto menos queremos ver. […]
- Hollis Frampton. “A lecture”. Circles of Confusion. Visual Studies Workshop Press, 1983.
2 comentarios:
quiero seguir leyendo!
Decidimos que no sea tanto menos que nos deje sin nuestro rectángulo, una forma tan familiar y enriquecedora [NT: Frampton utiliza la palabra "nourishing"] para nosotros como la de una cuchara.
(Se retira la mano)
Digamos que deseamos modular la información general con la que el proyector bombardea nuestra pantalla. Quizás esto sirva de algo.
(Una escobilla es insertada en la apertura del proyector)
Así está mejor.
Puede que no absorda toda nuestra atención durante mucho tiempo, pero todavía tenemos nuestro rectángulo y siempre podemos irnos por donde vinimos.
(La escobilla es retirada)
Así hemos ideado cuatro cosas que podemos meter en el proyector.
Hemos hecho cuatro películas.
Parecería que una película es cualquier cosa que uno pueda meter en un proyector para modular el rayo de luz emergente.
En función de la variedad de nuestras modulaciones, en función de un control más preciso de qué y qué tanto substraemos de nuestro rectángulo, debemos sin embargo, utilizar frecuentemente un material llamado película.
La película es una cinta estrecha y transparente, de cualquier longitud que les parezca adecuada, perforada de manera uniforme con pequeños orificios en sus bordes que le permiten ser transportada por ruedas dentadas. En algún momento, era sensible a la luz.
Ahora, conservando un registro fiel de dónde estaba y dónde no estaba aquella luz, modula nuestro rayo de luz, substrae de él, crea vacíos, que para nosotros se parecen, por ejemplo, a Lana Turner.
Además, esos vacíos están haciendo algo: parecen moverse.
Pero si tomamos nuestra cinta de película en la mano y la revisamos, nos damos cuenta de que se trata de una serie de pequeñas imágenes [NT: "Pictures"] que no se mueven para nada.
Nos dicen que la explicación es simple: todas las explicaciones lo son.
El proyector acelera las pequeñas imágenes fijas hasta moverlas. Las imágenes individuales, o cuadros, son invisibles para nuestro fallido sentido de la visión, y nada de lo que ocurre en cada UNA de ellas impactará nuestro ojo.
Y esto es verdad, pero sólo en la medida que cada cuadro sea esencialmente similar. Pero si perforamos un cuadro de nuestra película, es seguro que lo veremos.
Y si juntamos varios cuadros distintos, los veremos todos y cada uno por separado. O por lo menos podemos APRENDER a verlos.
Hace tiempo APRENDIMOS a ver nuestro rectángulo, a mantener su totalidad enfocada en simultáneo. Si las películas consisten en cuadros consecutivos, podemos aprender a verlos también.
La mirada misma es un aprendizaje. Un recién nacido no solo ve mal, sino que ve al revés.
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